Esto dijo Marco Aurelio hace muchos años.
Hacía referencia a las guerras que se crearon porque sí. Por codicia, por antojo, por cualquier motivo.
Por perseguir algo que se tornaba difícil de conseguir.
Sin embargo, los imposibles se vuelven locura cuando piensas que no los puedes cumplir.
Y si es así
Para qué pensar en imposibles.
Es mejor buscar eso que puedes hacer, y que se cumpla.
Que sea real, y se convertirá en una posibilidad.
Cuántos sentimientos aparecen ante la «no posibilidad». El hecho de pensar que no puedes conseguir algo te predispone a dejarlo para otro momento y no hacer nada.
Esto me recuerda a un amigo que tenía muchos dolores de rodilla, por suerte en una sola, pero eso hacía de su vida un calvario.
Lo conocí cuando se acercó al lugar donde jugábamos al fútbol.
Cada vez que iba a entrar a la cancha se ponía una rodillera de goma con hierros de acero a los costados que impedían que la rodilla se doblara o que funcionara como debía, evitando movimientos.
Nadie le ponía sobrenombre, ya sabes, en el fútbol todos tienen apodos de acuerdo a sus condiciones y a mi amigo, nadie le decía nada.
Alguien que utiliza sus piernas para el deporte conoce bien la frustración ante esos dolores.
Nadie habla porque no le gustaría pasar por lo mismo.
Con el tiempo cambiaba su rodillera y traía otra más sofisticada.
Era la única forma de jugar, y lo hacía con mucho corazón.
Imagínate.
Le dolía cuando caminaba de forma normal, cuando se sentaba a comer, cuando trabajaba o cuando manejaba su moto.
Se volvió algo imposible de soportar.
Hasta que escuchó hablar de implantes de rodilla.
Eso sí que es complicado, pero mi amigo encaró la solución.
No sabía cuánto costaría pero se entregó de lleno a la posibilidad de tener una vida mejor, una vida sin dolores con una rodilla de plástico.
Acompañado por su familia logró que lo operaran, es mucho lo que sucede en estos casos, y no creo necesario esos detalles. Pero sí que llevó tiempo.
Años, creo que tres.
Como amigos celebramos los cumpleaños todos los meses, una tradición de cuando jugábamos al fútbol, y en cada uno de esos encuentros comentaba sus avances.
Hasta que lo vimos caminar con total normalidad, su cara era la de una persona recién nacida. Casi imposible contarlo, se me pone la piel de gallina solo recordarlo. No lloramos, pero faltó muy poquito.
La felicidad podía agarrarse con las manos y guardarla en cajas de la intensidad del momento.
Comenzamos a saltar de alegría al verlo tan contento. Como si estuviéramos jugando al fútbol.
Y cómo no disfrutar.
Sabemos que hoy se puede conseguir casi cualquier cosa en el mundo de la medicina. Pero esa no es la cuestión, porque pasa por sentimientos fuertes en la toma de decisiones que pueden traer mayor desconsuelo a la vida del ser humano.
Y la solución se convierte en tortura.
Atreverse a dar el paso es lo positivo en la historia de mi amigo. Se convirtió en un buscador incansable de algo más que una rodilla, es tranquilidad, calma y ligereza para andar por la vida con la confianza de caminar sin dolor.
Cuántos años vivió sin apoyar una pierna.
El cerebro se acostumbra y controla esos movimientos para que no sufras.
Pero a la vez, tiene un pinche agudo que te recuerda que puedes buscar una solución.
No hay imposibles para el ser humano. Y si tienes el sostén familiar, o de amigos, o de alguien que te ayude a perseguir la felicidad, mejor.
Es más, hay oportunidades para todo lo que se te ocurra.
Esa sensación te libera, te eleva al umbral distante que muchas veces dijiste querer alcanzar.
Y te acerca a la experiencia de emociones al borde del llanto.
De felicidad, claro.
Te dejo la pregunta que cierra todas las notas
¿Estás dispuesto a buscar nuevas posibilidades?
Yo creo que sí
Cuenta, escribe, lo que se te ocurra, luego miras y corriges.
Mientras tanto, se irá convirtiendo en una gran posibilidad.
Para ser MÁS feliz.