¿Te animas a hablar de esto?
Sé que sí.
No porque sea adivino, es que también me pasó y ¿a quién no?
Mira
Esto es normal, es lo que le sucede a todo ser humano.
Hasta a Kalayí, mi perro.
Cuando lo reprendo por algo que no tiene que hacer, aprende y pasa a ser parte de su pasado.
Si te quedaste pensando en el nombre, viene de la lengua Wichí, tribu aborigen del norte chaqueño de Argentina y significa amigo.
Por suerte, cuando se equivoca, le muestro, le enseño y no lo repite.
No es perfecto.
Como cualquier animal, sabe que si algo no le conviene, se aleja del peligro.
El ser humano es distinto, piensa.
No sé cómo le ves tú, me parece que nos exigimos para no equivocarnos.
Y eso, querido lector, es el primer error.
Y el otro, es no querer descubrirlo.
Luego veremos la vergüenza, que tiene bastante hilo también.
Descubrir es revelar algo que no quieres, sacarle la tapa y que se muestre.
Sin embargo.
Lo que sucede después es maravilloso, te atreves a enfrentar cualquier desafío.
En la cabeza tengo miles de equivocaciones, sí, fueron muchas a lo largo de mi vida.
Y la sensación que tengo es de alivio.
Porque aprendí a reconocerlas. A abrazarlas, para sentir su temperatura, que se mezcle con la mía y que con el tiempo se vayan entibiando, se hagan más suave al tacto para dejar de temblar ante la posibilidad que el mundo se entere.
Estar cuerdo, ligero, como para dejar de pensar y animarse a vivir.
Ni yo, ni nadie tiene la verdad en esto.
No existe la certeza ante las posibilidades, porque sino habría una sola, y tú tienes ahora, ante tus ojos, una variedad como para entender que la vida es así.
La liviandad se presenta cuando te das cuenta que no era para tanto, que es mejor descubrir rápido lo que sea que te atormente, para evaluar la salida, que a propósito, no es una sola.
Alguien, cualquier persona puede señalar un defecto tuyo, que no lo viste porque tienes bastante con el día a día y porque estás convencido que haces las cosas bien.
Con el tiempo vas a entender que no es una crítica, sino una alternativa para aceptarlo y superar lo que necesites superar.
Que no se transforme en una lucha constante, sino en un pozo de donde sacar fuerzas ocultas para entender que las equivocaciones del pasado quedaron allí, hoy tienes algo distinto, mejor.
Cuando te digo que me cuesta encontrar uno de esos errores para contarlo al detalle, es porque se van borrando de forma lenta sus consecuencias, que es lo que pesa, no el error en sí mismo.
¿Y sabes porqué?
Porque no es tan malo equivocarse, después de todo.
Lo malo es no permitirte descubrirlo.
Aquí va la pregunta para el final y para que escribas o pienses.
¿De qué te escondes cuando no quieres descubrir las equivocaciones del pasado?
Al terminar esta nota ya tienes otra mirada.
Estoy convencido porque muchas veces busqué respuestas casi sin rumbo, la diferencia aquí es que llevo tiempo asumiendo esto de los errores, lo que genera tanta liviandad en mi equipaje que no siento el peso para el resto del camino.
Lo acomodo.
Y a tí te va a pasar lo mismo.
Si conoces a alguien que esté necesitando encontrar la forma de descubrir sus equivocaciones envíale el link con esta nota o con mi sitio web, cuanto más seamos los reveladores de errores, más aprenderemos.
También puede apuntarse a mis correos para recibir estas historias y reflexiones, aquí abajo 👇
Gracias